28 enero 2010

¿Es la Walger o no es la Walger?


“6, 7, 8 es un programa del que Goebbels
se hubiera enorgullecido”
(Silvyna Walger)

La frase tan infeliz apuntada por la escritora, intelectual y periodista de presunta filiación de izquierda, Silvyna Walger, en una nota del diario La Nación y, con triste mal gusto, un 27 de enero. Hoy.

La nota se titula El club de la buena onda kirchnerista y pertenece al género opinión. Con la irresponsable crudeza de la frase que cito, Walger dedica 4.309 caracteres a destrozar la iniciativa del programa del canal público apuntada a revertir el escenario mediático del caos general que presuntamente asuela al país.

La Operación Crispación, que Walger oculta, se trata del pacto corporativo de los empresarios más poderosos del país, cuya columna vertebral son los propietarios millonarios de los medios y su fin es desestabilizante.

Para atacar al club de la buena onda kirchnerista y al programa que produce Diego Gvirtz, la ‘intelectual’ decide volver a enredar la madeja informativa que, con apenas una o dos voces disidentes, empezó a aflojar la trama del relato oficial que el sector privado que se atrinchera en los medios tan ajustada tenía.

La fórmula elegida fue la vieja, la de agitar la sábana para asustar con fantasmas. El escrito no tiene ni un sólo dato nuevo y casi ni un gramo de la virtud de la agudeza intelectual que se le atribuye.

“La economía no va demasiado bien”, es la crítica más profunda que hace y no explica. Lo demás se reduce a rescatar el mismo plan de acción en marcha. El de la peor derecha, herida de muerte porque la desafiaron a ganar 5 pesos menos y no logra dar el golpe aleccionador. Entonces, empieza de nuevo. En la primera línea afirma “La pareja presidencial está enojada”. Así empieza. A pelo. A partir de allí desata una lluvia de canchereadas sobradoras e ironías burlescas.

Desde los superhéroes del Palacio de la Justicia hasta el Súperagente 86 se pelean en mi cabeza para repetir la muletilla que coronó incontables desenlaces definidos a favor de los buenos: “Si tan sólo usaras tus poderes para el bien, en lugar de para el mal…”

Es que su habilidad literaria consigue un tono que logra hacerle sentir al lector –a mí- que es un pobre pelotudo si no coincide con su opinión.

Desde ese pedestal es que usa la burla para negar, para reírse como Tinelli de los infelices que creen en las versiones que, por ejemplo, le asignan alguna intención desestabilizadora al CEO de Clarín, Héctor Magnetto, al vicepresidente Julio César Cleto Cobos, al EX presidente del BCRA, Martín Redrado, o a los “sufridos escribas” del diario Clarín.

Se mofa con la misma gracia del estatus de “epítome de la oligarquía” asignado “al campo” de manera tan caprichosa. Critica la desición de la Presidenta de no viajar a China, la carga con la frase infantil –apotegma, dice ella- de "el que se va a Sevilla perdió su silla" e insinúa, con el lamento de una pérdida irreparable, que se ha perdido una oportunidad que “al país justamente le convenía”.

No podía dejar de leer la obra magistral. No lograba hacer coincidir mis vagas referencias sobre esta colega y lo que estaba leyendo. Quería hacer archivo, pero no dejaba de saltar de un artificio a otro.

Para Walger es el Poder Ejecutivo el que tiene “ganas de abandonar todo” y no el poder concentrado, reagrupado desde el ’76, cuando la dictadura por la que se exilió, y llega a pedirle al Gobierno que “deje de amenazar con su desaparición”.

¿Walger no es la narigona, de pasado militante en la izquierda moderada, que está con Chiche en la radio?

¿No es la misma que había escrito un libro sobre Menem? ¿Cuál era, El jefe? ¿Pizza con champagne? No puede ser la misma intelectual que ahora propone clausurar la mayor discusión política de las últimas décadas, asegurando que “todo sería más fácil si aceptaran una terapia tipo de pareja pero con Cobos, Redrado y Magnetto como contrincantes”. No puede ser la misma, ni intelectual ni de izquierda.

Aquella no podría sin síndrome de Estocolmo ser autora de una obra conceptual, de fondo y forma menemista. Si aquella era del palo de Ulanovsky. Y hasta escribió en Mayoría, donde Rodolfo Walsh publicó sus notas sobre los fusilados de José León Suárez.

Que se arrogue la voz de todos “sus compatriotas”, vaya y pase, pero mirá si alguien así va a ningunear lo hecho -la batalla, ríe ella- en derechos humanos. “A esta altura pocos son los que ignoran la instrumentación política que el matrimonio ha hecho de la tragedia”, explica su miseria. Y confirma que no puede ser aquella.

Para más pruebas, aquella tenía fama de aguda polemista y ello implica la capacidad de mantener la coherencia. Mirá si va a ser la misma que ahora arranca un párrafo criticando al programa 6-7-8 por sus “descalificaciones” a colegas, según sus consideraciones, para permitirse hacer exactamente lo despreciado: “El problema más grave de 6, 7, 8 es que sus integrantes son más "pseudoperiodistas" que periodistas. No leen el diario, tal vez ojeen El Argentino y se limitan a repetir lo que sus jefes les ordenan”. Describe a Orlando Barone como “un setentón al que nunca le importaron demasiado los desaparecidos”. “Carla Czudnowsky es una experta en sexualidad, supuestamente puesta ahí para el toque de sentido común. Pero como le cuesta encadenar conceptos, María Julia Oliván se ve obligada sistemáticamente a cortarla. En cuando a Sandra Russo parece ser la comisaría política…”.

Por más nariz que la apuntale, no hay cara que no se caiga de vergüenza si primero se define de izquierda y después se asocia a Mirtha Legrand para manifestar su desinterés por otro golpe de estado en Latinoamérica. Honduras, que está lleno de negros y además tiene una bandera tan fea…

Leo para comprobar mi hipótesis de la existencia de dos Walger. “Dueña de una obra amplísima, abarcando los múltiples géneros de la palabra y con ella movilizando la reflexión: la opinión, la investigación, Sylvina Walger pone el sello de su fertilidad en cada territorio comunicacional e incorpora un nuevo lente para entender la argentinidad”, dice el escrito preparado para nombrarla “personalidad destacada de la cultura” de la ciuadad de Buenos Aires.

Suplico a los cielos que la que escribe en La Nación no sea la misma portadora del “nuevo lente para entender la argentinidad”, y sigo buscando.

No puedo menos que desesperarme cuando encuentro una nota del 2004, del finado Emilio Corbiére, titulada metafóricamente “CAMPAÑA GUSANA CONTRA CUBA DE VARIOS "INTELECTUALES" DE ESTE PAÍS, ENTRE ELLAS LA PERIODISTA SILVINA WALGER”.

En la nota, el extinto especialista en masonería, la señala como parte de una operación del Opus Dei contra Cuba. Después la voy a encontrar también criticando a los de Carta Abierta. Poniendo en duda su ética y atribuyendo a una suma inexistente la dirección de las opiniones de semejantes intelectuales.

Y ya que ella usó el dicho del que se fue a Sevilla, yo uso el de que El ladrón cree que todos son de su condición. Porque es ella la que cobra por vender opiniones como mercancía. Eso, ya que a la señora le gustan las soluciones de diván, se llama proyectar.

Entonces vale preguntarse cuánto de proyección hay en su frase “6, 7, 8 es un programa del que Goebbels se hubiera enorgullecido”.

Joseph Goebbels, propagandista más importante del nazismo, amigo y autor de la mayoría de los discursos de Adolf Hitler, mientras unos 6 millones de judíos eran asesinados, espanto cuyo fin hoy se conmemora en todo el mundo. Goebbels negaba la diversidad con actos como la quema de libros y el control absoluto de la prensa. Lo que se parece mucho más al desempeño del diario en el que Walger escribe y cuyos intereses defiende, que al programa 6-7-8.
Lo único que falta es que ubique del lado del Gobierno a la concentración mediática.

La misma Walger confirma la diversidad del programa al citar un furcio de Barone, que discutía con la legisladora opositora Victoria Donda.

Entonces, empiezo a entender, la Walger fue siempre una mentira detrás de un cierto talento literario. Es la Jorge Asís de las mujeres. Sus valores de izquierda siguen sin aparecer mientras termino el último párrafo de la nota: “…el ex presidente Néstor Kirchner coronó la noche de su visita con un "ésta es una batalla por el amor" y, sin embargo, apenas superó los 2 puntos de rating”.

27 enero 2010

Golden Sepoy

Desde que empezó la Operación Redrado (Asociación ilícita con fines de lucro cuyos máximos exponentes conspirativos, además del EX -lero lero- presidente del BCRA, Martín Pérez Redrado, serían el Grupo Clarín el, consagrado traidor histórico, vicepresidente Julio Cobos y el bicentenario Partido Judicial, entre otros) que venía orando delante del televisor para que alguno desempolvara el video promocional con que el Golden Boy -Golden Sepoy- ofrecía sus servicios en el exterior (sobre todo en EE.UU., un país en serio).
6-7-8 lo hizo y, a pesar de que no me gusta demasiado repetir material de ese programa, con el que cuya productora ya se ahorra algunos sueldos usándolo también para hacer TV Registrada, decidí publicarlo. Por un lado, porque está todo bien con el programa. Me parece bueno y, más que eso, necesario. Quizás por ello, porque me gustaría ver dos programas en lugar de uno, y por la necesidad de trabajo que hay, es que me quejo y trato de no subirlo. Y por otro lado, porque el video lo pinta de cuerpo entero. A él y a los de su estirpe. A quienes cualquier jetón angloparlante le pinta con témpera el culo de color amarillo y ellos se creen que son de oro. Y lo repiten. Y se enorgullecen. Y pretenden ser como Warren Buffet y le copian la casa a Tinelli.
Ahora, el señor Pérez sigue jodiendo. Amenaza y luego se desdice. Trata de culpar a la periodista que publicó su intimidación. Presiona al mismo Congreso de la Nación con no presentarse ante la Comisión que trata su destitución, a menos que antes se lo restituya a su cargo. En fin. Se siente poderoso, pues tiene el respaldo del monopolio más grande y el culo cubierto por los jueces de siempre, los que, de tan acostumbrados a juzgar, han olvidado que aún deben algunas cuantas explicaciones a la sociedad, aunque más no sea, sobre el desempeño de ese sector del '76 a esta parte. ¿Por qué, si la complicidad de buena parte del Poder Judicial con la última dictadura no es novedad para nadie, nunca se ha hecho una investigación en ese sentido, ni una autocrítica siquiera?
Recomiendo que no se lo pierdan, sobre todo, a partir de los 4' 45''.


26 enero 2010

Soplar para dispersar el humo

Foto. Gianni Lunaday

El siguiente post empezó, en realidad, como respuesta al comentario que 486 había dejado en la publicación anterior.


Tengo la certeza de que hay una gente encargada de inventar las ficciones más increíbles para conseguir, si no partidarios o adeptos o correligionarios, al menos, una nutrida manga de pelotudos que, sin interés ni noción alguna, ofician de promotores ad honorem de impensables intereses y operetas.


En la inteligencia de que a la carrera de ningún político le conviene que se le arme un escándalo -real o inventado- y de que pocos dejan pasar la oportunidad de poner su cara al frente de una decisión o solución, siempre que no requiera demasiado esfuerzo ni moleste intereses reales, ante cualquier reclamo instalado, ideólogos y operadores llevan a cabo la tarea de sembrar versiones de cuya suerte resulta la concreción de cierto 'capricho' o privilegio a su favor.

Así, por ejemplo, me repito, una máquina de boletos blindada ahora protege los otrora desprotegidos dedos de colectiveros. (En serio, impusieron las máquinas que protegen sus monedas con el argumento de la seguridad... ¡del chofer! Las noticias, por esa época, reiteraban constantemente noticias con casos de falanges mutiladas y otros espantos.)

Así, también, el pueblo puede creer de sí mismo que es absolutamente justo y de buen corazón pero, ni le hace ruido su doble complicidad. Primero, aceptando que el Estado que compone condene a una mitad de la sociedad al destierro del sistema productivo y, después, convertidos ya en piqueteros, cartoneros, limosneros, limpiadores de parabrisa o chorros, vuelve a rematarlos en la nuca con las armas que le ceden estos señores. Así, dan por descontadas certezas sobre el otro como que son vagos, son violentos, que se tapan la cara, que "y yo qué culpa tengo", se preguntan por "los derechos humanos de la gente común", etcétera.

Escuché barbaridades de todos los colores y todos los talles, para justificar, impulsar o rechazar argumentos, con posturas más que reñidas con la ética y la moral.


Sabrá usted, 486, que para Clarín, un pelado de merca hasta la manija que disparaba a mansalva sobre unos chicos, significó que "la crisis causó dos nuevas muertes".


Quizás no sepa que cuando se iba a renovar la Corte Suprema la versión contraria más extendida, en boca de comisarios de la bonaerense y dirigentes radicales de zona norte, por lo menos, era que Eugenio Zaffaroni era incompatible para el cargo por su condición de gay. Y que cierta vez había perdonado a un abusador de menores alegando que el niño, al tener los ojos vendados, pudo creer que lo que lamía en el abuso era un dedo. Yo escuché semejante cosa, nadie me lo contó.

Si logró pasar ello, ¿cómo no van a prender discursos más elaborados, es decir, aquellos en favor de cuya instalación hay dinero disponible, respaldo mediático y privilegiados colaboradores con intereses creados?

Los desaparecidos siguen paseando por México y Europa. Las cosas en manos del Estado dan pérdida (y por sólo volverse privadas procuran ganancias). La política es sucia. Los pobres son vagos y flojos. Con los militares estábamos mejor. A la universidad se va a estudiar y no a hacer política. La homosexualidad es un pecado porque Dios hizo al hombre para que se procreara. Hay que pagar la deuda externa porque hay que honrar los compromisos. No te afilies al sindicato que es una mafia y encima te van a tildar de revoltoso o ¡problemático!


Cómo no se va a haber sostenido en el tiempo la certeza de que todo presidente latinoamericano -o africano o árabe- es bananero. O la explicación que despeja toda duda cuando un pobre chilla, si entendemos tácitamente los sucesos apenas alguien lo señala como un negro de mierda...

Pero, si hasta buenos compañeros, luchadores y con cierta conciencia, acceden a mandar a sus hijos a la escuela privada con el argumento, también prestado, de que a la escuela pública los chicos sólo van a comer e, infaliblemente, se producirá una discriminación al revés con su hijo de clase media, rechazado al convertirse en "el rico" de la clase.


La enfermedad mental del hombre común (cansado, lleno de miedos, apremiado, ocupado, confundido, convertido en un pobre ignorante a medida que suma horas de vuelo frente al televisor o retiene los temas de público conocimiento pezcados al vuelo para tener de qué hablar al otro día, etc. etc.), no le oculta la realidad, ni el bien ni el mal. Al contrario, sabiendo que por historia y sentido de supervivencia los síntomas siempre se manifiestan contra el más débil y, sabiendo también que sólo la culpa no les permite desatarse salvajemente contra ellos como cuando eran niños crueles, apenas les cede un argumento a modo de bálsamo para la culpa. El paciente mejora de inmediato. Al rato nomás ya se le despierta el saludable apetito de sangre, la responsabilidad militante del ciudadano de bien, la pasión nacionalista inefable o, incluso, hasta la caradúrica exigencia, paradójica, de Justicia. La que no es otra cosa que la necesidad de venganza aleccionadora de la propiedad privada.

Los mismos que están dispuestos a mantener a sus hijos hasta los 40 años, en su mayoría, aún viviendo en su misma casa, son los mismos que reclaman la imputabilidad penal de otros niños con vehemencia de patriotas.

Alguien corrompido, cipayo, de funesta ideología, controvertida trayectoria y dudosa calidad moral, como Alfonso Prat Gay, termina siendo preferido por muchos a causa de que su parálisis facial y su tenue voz nasal lo vuelven ficticiamente mejor que alguien cuya razón y sentido de justicia le quitaron el miedo a confrontar. Entonces grita. Entonces es negro. Entonces, patotero. Autoritario. Prepotente. Aunque sea el otro el que conspira contra la patria, contra sus hijos, sus jubilados, su felicidad... pero habla bajito y tiene ojos claros, no puede ser malo.


O la versión de un Duhalde estadista (el mismo que disuade una manifestación con una policía asesina, mantiene relaciones con Uribe, propone la vuelta de los militares a la intervención interna, promueve a un nazi como Posse para la cartera de Educación, etc.).

Hasta aquí, todo lo dicho supone buenas intenciones, equívocos, confusiones, errores... nunca las presume como coartadas para ocultar la vileza de espíritu. Hablo de gente casi sin intereses y no de la minoría de poderosos que pergeñan el mal desde las instancias de decisión que ocupan.

No hablo de Magnetto, cuando una de sus empresas, Clarín, publica una nota sobre la nueva crisis en Venezuela. Magnetto no firma. Hablo del profesional que omite datos fundamentales en su trabajo. Que dice que Chávez cerró otro canal opositor pero calla el accionar delictivo que lo produjo. O con el que la empresa opositora lo buscó.


El periodista que dice "... estudiantes que se manifestaban por la muerte de dos compañeros, ocurrida ayer en la ciudad de Mérida mientras se manifestaban contra el cierre de la televisora por cable Radio Caracas Televisión Internacional", sencillamente miente. Traiciona. Se pasa por el culo el contrato con el lector. Es como un almacenero que te vende mercadería vencida. Porque los fallecidos no se manifestaban "contra el cierre" sino que lo hacían, desarmados, pacífica y mayoritariamente, en defensa del proyecto oficial. Y cayeron en el momento en que se cruzaron con los del movimiento 13 de marzo, grupo de choque opositor y minoritario, que llevó a cabo los incendios y los destrozos por la ciudad. "...salieron disparos desde las inmediaciones de las Residencias Las Marias ubicadas en el mismo sector donde se encontraban los violentos manifestantes", asegura esta nota.


Ojo, estoy en contra de culpar a alguien cuya subsistencia y la de los suyos depende de la obsecuencia con que logre satisfacer a las basuras empresarias que se han apropiado de los medios de producción que organizan a la sociedad y deciden su distribución. No sé hasta qué punto se los puede responsabilizar, aún cuando uno los ve actuar, y con terrible pedantería y de manera absolutamente contraria a la que uno elige y eligió toda la vida. Opuesta a la solidaridad, al compañerismo, al entero compromiso y respeto con los demás. Idiferentes al clima de alegría al que es menester contribuir.


Aun cuando uno los ve tan campantes y acomodados y privilegiados y bien pagados y bien considerados, en el aparente camino del egoísmo, en la senda contraria a la elegida por uno, y que tantos problemas nos ha causado y tantas oportunidades nos ha negado y tantos disgustos nos ha causado, que nos ha obligado a pasar varias necesidades y perder muchísimo tiempo y hasta, a veces, nos ha convidado con algunos ricos gases sasonados con crocantes palos de goma...


Aún así, prefiero no culpar al funcional rehén del capital, prefiero entender que cualquier ciudadano de bien privilegiará con buen tino la tranquilidad y la seguridad de los suyos, incluso a pesar de sí mismo. Y su sanidad mental lo obligará a buscar justificaciones. Pero, igualmente, debo señalarlo, porque ni deja de intrigarme la actitud de esa gente ni el modo en que comenzaron a transitar esa senda ni la manera en que conviven con ello, pero además, es necesario decirlo porque es el modo de sincerarse, de intervenir y de escuchar los argumentos que, quién sabe, pueden convencernos alguna vez.


Amigo, hay que dar pelea con alegría para revertir esta situación. A pesar de querer empezar a los tiros. Hay que incinerarse en la búsqueda, incendiarse en el escenario, poner el cuerpo y nunca dejarse agarrar. Y a propósito, 486, en el horóscopo que mejor conozco, el de los sueños que en la quiniela se corresponden con los números, el 86 es el humo. Y me parece que la cosa pasa por ahí, por que todos soplemos un poco para tratar de dispersar la nube espesa que han sabido formar y los ha amparado y con la que han asfixiado a muchos y han tapado la luz durante años.

Foto. Gianni Lunaday.